«Llovía a cántaros. Llovía, pensó el soldado, como si el dios Tlaloc o la puta que lo parió hubieran roto las compuertas del cielo». De esta forma tan corajuda el novelista cartagenero Arturo Pérez-Reverte abre esta brevísimo relato sobre la infame «Noche Triste», la noche del 30 de junio al 1 de Julio de 1520 Hernán Cortés decide evacuar a sus huestes españolas y a sus aliados tlaxcaltecas de Tenochtitlán tras más de una semana de luchas contra los mexicas tras la Matanza del Templo Mayor en la que Pedro de Alvarado masacró a los señores mexicas y la posterior muerte de Moctezuma II, descalabrado por la pedrada de uno de sus súbditos cuando intentó negociar la salida de los españoles de la ciudad. El protagonista de este relato corto es un soldado español anónimo del que solo sabemos que tiene los ojos azules y que esa noche lluviosa llena un saco con parte del oro del Tesoro de Moctezuma con el que pretende salir de Tenochtitlán, pero los aztecas (o mexicas) no les pondrán fácil la huida a los españoles que tendrán que luchar como gatos panza arriba para poder salir de la ciudad con vida.
Pérez-Reverte atomiza en apenas treinta y nueve páginas uno de los sucesos más importantes de la Conquista de México. Ésta es una historia de violencia, de codicia, de hombres desesperados y de mestizaje. El autor personifica en un anónimo soldado de ojos azules lo que pudieron ser los miedos y pensamientos de aquellos hombres que bajo la densa lluvia intentaban escapar de Tenochtitlán esa fatídica noche en los que algunos trataron de salvar el pellejo y otros llevarse el oro. Y nuestro anónimo soldado de ojos azules fue uno de aquellos que llenó su bolsa con todo lo que pudo saquear del tesoro de Moctezuma II. Este personaje es uno clásico héroe —o antihéroe— revertiano, un hombre de origen humilde que trata de hacer fortuna con su espada —en este caso alquilando su espada para tener su trozo del pastel—, bastante de hideputa, que lo mismo echa a patadas a la mujer con la que acaba de acostarse que puede pensar en ella de una forma tierna cuando las cosas se ponen feas y ha de tomar las de Villadiego para intentar conservar la vida. En definitiva, capaz de hacer cualquier cosa por sobrevivir en los tiempos de acero y fuego que le ha tocado en suerte vivir, pero que también posee unos códigos morales que al final le redimen como ser humano.
En cuanto al lenguaje, Arturo Pérez-Reverte evita utilizar una reconstrucción del habla del siglo de oro como ha ido haciendo con Las aventuras del capitán Alatriste y se ha decantado por un lenguaje más actual, llano y directo, además de ayudarse de muchas onomatopeyas, ya que utilizar un lenguaje más artificioso para evocar el del siglo XVI por un lado desviaría la atención del verdadero tema del relato y además le restaría fuerza a la prosa del narrador omnisciente que nos cuenta la historia de este soldado extremeño de ojos azules que pretende escapar del infierno que se ha desatado en Tenochtitlán cargado de oro, y por el otro le restaría plasticidad a la hora de expresar de una manera contundente la violencia a la que se verán abocados tanto unos como otros. También oculta alguna referencia para los cinéfilos de la vieja guardia como esa referencia a una de mis películas favoritas El señor de la guerra (The War Lord, 1965) dirigida por Franklin J. Schaffner y protagonizada por Charlton Heston o a protagonistas reales de la «Noche Triste» como Bernal Díaz del Castillo, quien años más tarde daría su versión de los hechos en su célebre Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
Quizás algunos de los que se tomen la molestia de leer estás apenas treinta y seis páginas que ocupan Ojos azules se podrían quedar con la violencia desatada, las estocadas, los golpes de mazas, el oro, la carne desgarrada y la sangre de los teules derramada como si se tratase de una versión abreviada de la película Apocalypto de Mel Gibson y obvien lo que realmente nos quiere mostrar Arturo Pérez-Reverte, que de ese choque violento entre esas dos civilizaciones surgió otra civilización mestiza que surgiría a lo que hoy es América. Ojos azules es una pequeña joya a la que no le falta ni le sobra una palabra, ni una coma, para plasmar un hecho tan caótico y y violento como «Noche Triste» en un puñado de hojas y demostrar su oficio no sólo como novelista sino también los años que Pérez-Reverte pasó contado la guerra cuando era un honrado mercenario. Además, esta edición de Ojos azules es una pequeña joya bibliográfica ya que, además de estar editada en tapa dura, viene acompañada de las espléndidas ilustraciones de Sergio Sandoval. Es además una buena forma de acercarse por primera vez a la obra de Pérez-Reverte, pues contiene varios elementos que encontraremos en muchas otras obras revertianas. «Llegaré a Veracruz y a Cuba y a España, y compraré esa tierra que me espera, y envejeceré contando mil veces cómo fue esta asquerosa noche».
Ficha técnica:
Título original: Ojos azules.
Autor: Arturo Pérez-Reverte.
Número de páginas: 64.
Editorial: Seix Barral.
Año: 2009.