El sexo y la tercera edad es un tema que ya de entrada suele provocar rechazo, de hecho no es un tema muy popular en la literatura, y de hecho creo que conozco más obras japonesas que traten ese tema que se cualquier otra nación. Se me vienen a la mente el Premio Nobel Yasunari Kawabata con La casa de las bellas durmientes y La llave de Junichiro Tanizaki, Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez y poco más. Seguramente haya muchísimas más, pero parece que la problemática sexual en la tercera edad es un tabú, y en especial el deseo sexual masculino durante esta etapa en la que la ausencia de vigor es palpable también está mal visto o es catalogado como espeluznante como he leído en alguna parte. Pero es que el sexo, como cualquier otra actividad humana, tiene sus etapas y va cambiando según nuestro ciclo vital y la vejez no es una excepción.
La casa de las bellas durmientes comienza sin preámbulos, con el anciano Eguchi en una posada donde la mujer que regenta el local le da una enigmática directriz «No tenía que hacer nada de mal gusto, le advirtió la mujer de la posada al anciano Eguchi. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha dormida ni intentar nada parecido». Y es que Eguchi está en un club secreto en el que hombres de la tercera edad pagan por dormir con jóvenes narcotizadas. Las reglas prohíben a estos señores a tener sexo o tener un comportamiento inadecuado con las chicas, por lo que Eguchi dormirá junto a esta chica mientras rememora sus relaciones con algunas mujeres de su vida.
Esta novela corta de Kawabata se divide en cinco capítulos y cada uno de estos capítulos corresponde a cada noche en la que el anciano Yoshio Eguchi pasará con una joven diferente. Medio mes después de su primera experiencia en la posada, la mujer encargada del local llama de nuevo a Eguchi para reservarle otra noche con una chica narcotizada, al descubrir que le ofrece a una chica distinta escandaliza al anciano al sentir que está siendo «promiscuo», pero la encargada del local logra convencerle de que la nueva muchacha le gustará más que la anterior. Cada vez que comparte el lecho con una de estas muchachas jóvenes desnudas y narcotizadas tendrá una ensoñación y es que cada una de estas cinco mujeres le evoca a las mujeres de la vida de Eguchi, desde su difunta mujer a una amante que tuvo durante su juventud, una geishas u otras mujeres casadas con las que tuvo aventuras.
Yasunari Kawabata pone encima de la mesa temas que son tabúes en la sociedad como el sexo durante la tercera edad o el rechazo que crea la idea de una relación sexual entre un viejo y una mujer joven: «pero ¿Podía haber algo más desagradable que un viejo acostado durante toda la noche junto a una muchacha narcotizada, inconsciente? ¿No habría venido a esta casa buscando el súmmum en la fealdad de la vejez?». Pero el trabajo de Kawabata no se queda en la superficie y transciende estos remilgos y plantea también otro tipo de erotismo, quizás más escabroso, en el que estos ancianos encuentran otro placer más psicológico que físico, ya que el vigor de la juventud hace tiempo que abandonó sus cuerpos: «Algunos caballeros dicen que tienen sueños felices cuando vienen aquí […]. Otros dicen que recuerdan lo que sentían cuando eran jóvenes». También medita sobre la belleza del cuerpo femenino con reflexiones como «¿por qué, entre todos los animales, en el largo curso del mundo, sólo los pechos de la hembra humana habían llegado a ser hermosos? ¿No era para gloria de la raza humana que los pechos femeninos hubiesen adquirido semejante belleza?». Con esto y otros elementos Kawabata va construyendo un erotismo que está más en el mundo sensible que en la imaginación, pues elementos como los olores estimulan la mente de Eguchi. En la novela la belleza, el erotismo y la muerte parecen íntimamente ligados, ya que en La casa de las bellas durmientes la cúspide de la sensualidad parece ser la mujer narcotizada, la virgen, tema que también está en la película Viridiana (1961) de Luis Buñuel, donde hay un hilo muy fino que separa el sexo y la muerte
El estilo de Kawabata en esta novela es reposado, pero tan intenso como breve es la novela, una novela en su etapa de madurez en la que la estructura, la expresión y la estética son muchísimo más importantes para el autor que la acción en sí. Hay una constante búsqueda de la belleza en estas páginas, por lo que él autor realiza un ejercicio de estilo importante, y llega a alcanzar una suerte de belleza decadentista en el que se mezclan lo grotesco, la muerte, el sexo y un cuento de hadas clásico como el de La bella durmiente al que se le ha dado la vuelta como a un calcetín. Por otra parte, en estos tiempos de remilgada moral neovictoriana, muchos se escandalizarán por la trama y por todo lo que trata la novela, que nadarán en la superficie sin molestarse en profundizar en lo que Kawabata pretende contar. Y es que esta novela que originalmente se publicó en la revista Shincho seguirá desconcertando, escandalizando y epatando a partes iguales, de mostrando que es una obra maestra absoluta de la literatura universal. No en vano sirvió de inspiración para que otro Premio Nobel como el colombiano Gabriel García Márquez la tomara como fuente de inspiración para Memoria de mis putas tristes, su última novela.
Y es que Yasunari Kawabata es el único escritor que me ha llegado a hacerme cuestionar mi preferencia por su amigo Yukio Mishima, pues la prosa de Kawabata es de una belleza tan profunda que me sentaría cada tarde de otoño con una taza de té y un libro como La casa de las bellas durmientes, La bailarina de Izu o Lo bello y lo triste por el resto de mi vida.
Ficha técnica:
Título original: 眠れる美女 (Nemureru bijo).
Autor: Yasunari Kawabata.
Número de Páginas: 112.
Traducción: M. C.
Editorial: Austral.
Año: 2013.