Reseña | «Indian Country» de Dorothy M. Johnson

Dorothy Marie Johnson (1905-1984) es, sin lugar a dudas, una de las más grandes escritoras de la época dorada del western que ha dado el siglo XX —junto a otros nombres como James Warner Bellah, Alan Le May, Leigh Brackett o Elmore Leonard— y desde hace décadas sus historias cortas del viejo Oeste pueblan todo tipo de antologías de la literatura norteamericana. Además, tres de sus relatos han sido adaptadas de manera notable y hoy son consideradas tres obras maestras del western cinematográfico: El árbol del ahorcado (Delmer Sabes, 1959) y El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1962) y Un hombre llamado Caballo (Elliot Silverstein, 1970).

La editorial Valdemar dedicó el primer volumen de la Colección Frontera —una empresa que pretende alzar al lugar que merece a un género tan denostado como el western— a esta autora estadounidense. Y aunque es cierto que hubo una suerte de edad de oro de la novela del Oeste en España —el éxito de la colección El Coyote de José Mallorquí o las novelas de Marcial Lafuente Estefanía dan fe de ello— no es menos cierto que se limitaron a la novela popular y que nunca gozaron de la estima de los grandes popes de la cultura; aunque también es verdad que todo un miembro de la Real Academia Española como Camilo José Cela escribió la novela experimental Cristo versus Arizona (1988), un western sui generis en el que relata el tiroteo en el Ok Corral.

La obra de Dorothy M. Johnson es tan intensa como breve y se reducen a puñado de relatos cortos —prácticamente todos serán compilados en Indian Country y en El árbol del ahorcado en la Colección Frontera de la editorial Valdemar—, de dos novelas y de otras obras de no ficción. Y, aunque poco prolija, es una de las autoras más importantes del western, al que contribuyó con algunos de los más importantes relatos del género, Dorothy M. Johnson humaniza a sus personajes y los despoja del maniqueísmo, del mito del buen salvaje o de la labor civilizadora del hombre blanco que con demasiada frecuencia encontramos en la novela y el cine del Oeste,ñ. Por otro lado sus historias son crudas y realistas, evitando los sentimentalismos, y con un estilo directo y sobrio y una prosa sin muchos artificios, aunque trufadas con escenas costumbristas que permiten entrever un trabajo de documentación muy exhaustivo.

En Indian Country encontramos temas, tramas, situaciones tan diversos y sugerentes como las tensas y belicosas relaciones entre los nativos americanos y los colonos de origen europeo que comprenden no solo secuestros, matanzas, esclavitud, violaciones… si no también el entendimiento y el respeto mutuo que nace de la coexistencia entre ambas civilizaciones que conviven muchas veces en una calma tensa que en cualquier momento puede saltar por los aires fruto de este violento choque cultural. Y esto es, en resumen, lo que vamos a encontrar en los relatos que conforman Indian Country.

Johnson le otorga la misma solemnidad y dignidad a un guerrero indio con mala estrella, que a una mujer blanca raptada o al chico que transita de niño a hombre y consigue un nuevo rol en su comunidad. En algunos de estos relatos hay una preocupación por describir la vida de hombres y mujeres blancos entre los nativos americanos —ya sea de forma voluntaria o forzada— y todo lo que conlleva para sus familiares que dejaron atrás o para ellos mismos e incluso para los propios indios. En estos relatos también se desprende mucha autenticidad en la descripción de la vida y costumbres de los indios, en la importancia que dan al mundo de los sueños para obtener su medicina, en sus rituales y en sus tensas disputas —e incluso amores— con los colonos de origen europeo que con tel tiempo serán mejores o peores, según las circunstancias. En otros Dorothy M. Johnson quiere reflejar también la dura realidad y la difícil vida de la mujer de frontera, de las squaws, de los niños y de los ancianos, pero siempre desde una óptica realista y nada romantizada de los nativos americanos y desprovista de la épica de la conquista del Oeste.

Muchos se acercarán a Indian Country atraídos por el legendario El hombre que mató a Liberty Valance —tal fue mi caso— o por Un hombre llamado Caballo, pero estas míticas historias son solo la punta del iceberg, ya que aquí se esconden algunas de las páginas más grandes del western —o de cualquier otro género— de la literatura norteamericana. El resto de relatos mantienen el mismo nivel o pueden incluso superarlo como La frontera en llamas, relato sobresaliente con el que se abre este primer volumen y toda una declaración de intenciones que nos deja claro la pasta de la que está hecha Dorothy M. Johnson. Estas historias de Indian Country son, junto a los relatos de Un tronar de tambores y otras historias de la caballería americana de James Warner Bellah, las mejores historias ambientadas en el lejano Oeste que he leído hasta la fecha y son una apuesta segura para todo aquel que disfrute de este tipo de literatura o se quiera iniciar en este género que, gracias a la colección Frontera, cada vez es más valorado como el Far West.

Los once relatos incluidos en Indian Country son los siguientes: La frontera en llamas (Flame on the Frontier), El incrédulo (The Unbelieber), El chico de la pradera (Prairie Kid), El exilio del guerrero (Warrior’s Exile), Viaje al fuerte (Journey to the Fort), El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Ahora Liberty Valance), La camisa de guerra (War Shirt), Más allá de la frontera (Beyond the Frontier), Marcas de honor (Scars of Honor), Reírse frente al peligro (Laugh in the Face of Danger) y Un hombre llamado Caballo (A Man Called Horse).

Ficha técnica:

Título original: Indian Country.

Autor: Dorothy M. Johnson.

Traducción: José Menéndez-Manjón.

Número de páginas: 264.

Editorial: Valdemar.

Año: 2011.

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