Reseña | «El vendedor de naranjas» de Fernando Fernán Gómez

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El vendedor de naranjas es la primera novela del polifacético Fernando Fernán Gómez tras algunos escarceos literarios en forma de un par de obras de teatro, el poemario A Roma por algo y el Diario de Cinecittà. Sin embargo está primeriza incursión en la narrativa no tuvo repercusión alguna en el panorama literario español de la época y tampoco contó con el respaldo ni de la crítica ni del público y esto repercutió en que Fernán Gómez aparcar su carrera literaria durante más de una década hasta que finalmente obtuvo el prestigioso Premio Lope de Vega de teatro con su, desde mi humilde punto de vista, obra maestra Las bicicletas son para el verano. A partir de entonces su prestigio como escritor fue subiendo y fue equiparándose al que ya había adquirido como actor y director de cine, hasta tal punto que llegó a convertirse en miembro de la Real Academia Española al final de su vida.

Pero volviendo a lo que nos atañe aquí, esta primera novela de Fernán Gómez nos presenta una historia ambientada en un mundo que el autor conocía de primera mano —y que estoy segurísimo que está entretejida con experiencias que vivió en carne propia— en la que Lafuente, escritor con unas condiciones de vida precarias es contratado para arreglar el guion para una película de Pumicas Films,  productora que tiene al frente a Rafael Castro, un empresario valenciano de la naranja reconvertido a productor cinematográfico. Castro bajo el pretexto de hacer cine religioso con la financiación de los Hermanos Maristas pronto se descubre como todo un liante que embaucará al protagonista —y narrador de esta novela— y lo paseará por cabarets en la noche madrileña.

Siempre me ha dado la impresión que la obra literaria de Fernando Fernán Gómez —salvo por Las bicicletas son para el verano y El viaje a ninguna parte— han estado siempre eclipsadas por sus facetas más conocidas de actor y director de cine, pero que gracias al empeño que se está haciendo por parte de su nieta, Helena de Llanos —corresponsable de la edición de su obra dramática en un solo volumen—, y de algunas editoriales pequeñas como Pepitas de calabaza se están recuperando obras que llevan descatalogadas más de dos décadas y se le está dando a toda una generación que no conoció la figura del ínclito Fernán Gómez la posibilidad de redescubrir a uno de los personajes más significativos y polifacéticos del panorama cultural de la España del siglo XX.

El vendedor de naranjas fue la primera novela de Fernando Fernán Gómez que leí por primera vez hace más de diez años y me produjo tan grata impresión que, además de leerla varias veces más durante este tiempo, tengo tres ediciones de El vendedor de naranjas, incluyendo esa primera edición del año 1961, una de Espasa Calpe del año 1994 —la primera que leí— y finalmente hace poco me hice con la edición de la editorial logroñesa Pepitas de Calabaza, pero no descarto hacerme con las escasas ediciones que todavía no están en mi poder. Como decía, El vendedor de naranjas siempre me ha parecido la más injusta olvidada de las obras de Fernán Gómez, pues, aunque sea una obra primeriza y fue un proyecto nacido al calor de la tertulia del Café Gijón,  contiene casi todos los elementos que encontraremos más adelante en sus muchas de sus obras, y aunque vista hoy pueda pecar de ingenuidad su personaje principal, también es cierto que su candidez y el humor que rezuma el texto nos hace más soportable el esperpento que está viviendo Lafuente.

Es ésta no solo una sátira sobre el mundo del cine, sino también una novela costumbrista que nos abre una ventana a una industria cinematográfica subdesarrollada, mísera, sin glamour y cutre en el que proliferaban pícaros que veían en el cine la oportunidad de pegar un sablazo y qué se aprovechaban de los ingenuos que solo pretendían ganarse la vida en el oficio de hacer películas. Aunque El vendedor de naranjas es una comedia no deja de tener un halo agridulce en su humor pudiendo ser calificada como una tragicomedia. Su humor me parece emparentado al del gran Rafael Azcona pero también asoman influencias de Enrique Jardiel Poncela, de Wenceslao Fernández Flórez, de Edgar Neville, de Ramón Gómez de la Serna o de Miguel Mihura. Incluso ese ambiente misérrimo por el que se mueve Lafuente podría ser perfectamente el mismo mundo que Francisco Ibáñez creó para Mortadelo y Filemón o El 13 Rúe del Percebe y el pícaro Rafael Castro bien podría haber sido dibujado por otro de los grandes maestros del sablazo del tebeo español como fue Manuel Vázquez.

Solo quedaría concluir que El vendedor de naranjas es una obra a reivindicar y quien guste del sainete y de la sátira disfrutará de esta disparatada aventura casi berlanguiana.

Ficha técnica:

Título original: El vendedor de naranjas.

Autor: Fernando Fernán Gómez.

Número de páginas: 168.

Editorial: Pepitas de Calabaza & Filmoteca Española.

Año: 2021.

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