Reseña | «El infinito en un junco» de Irene Vallejo

En El infinito en un junco, ensayo narrativo cruce entre el libro divulgativo y la autobiografía como lectora, Irene Vallejo nos lleva de la mano por este periplo de más de mil años en el que se hace un repaso por la historia de los libros en el mundo grecorromano. Pero la autora aragonesa no solo nos habla libros, también nos habla de ella, de su iniciación como oyente cuando su madre le leía cuentos infantiles, de lo decisiva que fue su profesora de latín y griego en la adolescencia o de su estancia en Florencia y Oxford como estudiante… Con estas armas tan sencillas, Irene Vallejo, como los cantos de las sirenas de la Odisea nos seduce y consigue que no queramos levantar la vista del libro con su cálida prosa de cuentacuentos.

Vallejo nos sienta a todos en corro junto a la chimenea y nos narra la apasionante epopeya de los libros. De aedos ciegos de la literatura oral que iban pueblo por pueblo cantando las gestas de los héroes, de la obsesión de un faraón, Ptolomeo I Sóter, por reunir todo el saber del mundo en su biblioteca de Alejandría, de comediógrafos que plagiaban a autores antiguos en certámenes literarios. La autora aragonesa, con un estilo sencillo y ameno va hilando numerosas analogías entre el mundo clásico y la época actual (demostrando así una vasta cultura) para acercar a los lectores contemporáneos los temas que trata en su obra. Por ello no debe de sorprender que a lo largo de la obra nos hable, por ejemplo, de Goethe, de Tolkien, Lovecraft, El nombre de la rosa de Umberto Eco, de Walt Disney o de películas como Memento de Christopher Nolan a la vez que nos habla de Safo de Lesbos, Platón, Homero, Marcial o de la Villa de los Papiros de Herculano.Cuando tenemos en nuestras manos, por ejemplo, un ejemplar del Prometeo encadenado de Esquilo o de El arte de amar de Ovidio no solemos reparar en la «odisea» que estos textos y tantos otros de la Antigüedad han pasado desde que fueron paridos por sus autores hasta que llegaron a nuestras manos. La fragilidad de los soportes de las obras escritas, papiro y pergamino, hacía necesario copiarlas una y otra vez para garantizar su supervivencia, pues la humedad, los insectos o el fuego han sido siempre los grandes enemigos de los libros. Así es, hasta la invención de la imprenta y, más recientemente, la revolución digital que ha significado internet, los textos siempre estuvieron en peligro de desaparecer.  Estas copias solían ser costosas, pero gracias a los lectores sedientos de libros que las costeaban y a los amanuenses que dedicaron su vida a la transmisión de estos textos literarios parte del saber de la Antigüedad y la Edad Media han llegado hasta nosotros. No en vano se calcula que únicamente han llegado hasta nuestros días el 1% de la producción literaria de la Antigüedad grecolatina. Hubo innumerables bajas por el camino, obras que se han perdido trágicamente para siempre a no ser que por un golpe de suerte aparezcan en las excavaciones de algún antiguo vertedero egipcio o como mortaja de alguna momia.

Hay reseñas que dan ganas de escribirlas en el scriptorium con cálamo y el pulgar manchado de tinta. Y es que El infinito en un junco está escrito con el mimo que solo puede tener una amante de los libros y de los misterios que estos encierran. Una obra que ha recibido elogios de plumas tan insignes como Mario Vargas Llosa, que encandilará a todo aquel que se quiera acercar a un libro con un título tan evocador y que ha despertado de su letargo a un filólogo clásico que tras poner el punto final a estas líneas se arrimará a la estantería a leer algunos versos de Catulo.

Ficha técnica:

Título: El infinito en un junco

Autor: Irene Vallejo

Número de páginas: 450

Editorial: Siruela

Año: 2019

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