Reseña | «El disputado voto del señor Cayo» de Miguel Delibes

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Cada año de elecciones siempre me viene a la cabeza esta novela que el ínclito Miguel Delibes publicó a propósito de las primeras elecciones generales de 1977 que hubo en España tras casi cuarenta años de dictadura del general Franco. Como en casa cita electoral el ciudadano se ve acosado por eslóganes, ocurrencias varias y promesas electorales que intentan seducir a los votantes —y después si te he visto no me acuerdo— y tienen una máxima que se resume en luchar hasta el último voto y movilizar al electorado. Durante aquellas primeras elecciones generales seguramente hubo miedos, inquietudes, ilusiones, sueños ¿Pero cómo se viviría aquella campaña electoral en un pueblo casi deshabitado?

El disputado voto del señor Cayo se sitúa en la campaña electoral de 1977 en Castilla la Vieja (la actual comunidad autónoma de Castilla y León), el candidato a diputado junto a dos militantes de un partido político de corte progresista (Víctor, Laly y Rafa) van a hacer campaña por los pueblos de Refico, Cureña, Quintanabad y Martos, «pueblos serranos, pueblos pobres, de costumbres ancestrales, que malviven de pequeñas hazas de cereal, frutales y miel». Será en Cureña donde se encontrarán con una localidad semi despoblada en la que únicamente quedan tres habitantes el señor Cayo, su mujer sordomuda y otro vecino con el que el primero está enemistado y no sé habla. El señor Cayo es un octogenario que sorprende a estos tres visitantes con su modo sereno de ver la vida y su sabiduría aldeana que al principio desde su atalaya de superioridad moral le ven como un paleto, un hombre obsoleto y anacrónico, pero poco a poco van descubriendo la humanidad que esconde esa fachada primaria y aparentemente atrasada del del señor Cayo.

Este texto de Delibes toca problemas de España que, no es que sigan de actualidad ni que se hayan agudizado y tengan un peor diagnóstico que en el momento en que el novelista vallisoletano publicara esta obra, sino que los políticos españoles no toman —ni tomarán, me temo— medidas efectivas para paliarlos, desacelerarlos o tan siquiera tratar de revertirlos, si es que esto último fuera remotamente posible. El caso más obvio y sangrante es el éxodo rural y la despoblación en las zonas del interior de la península ibérica o lo que hoy se le ha puesto el nombre de «la España vaciada». Aunque son temas que el maestro Delibes ha venido tratando a lo largo de su dilatada obra, parece que no sólo no erró el tiro, si no que supo ver y entender mejor que todos los políticos cortos de miras —o quizás más bien miraron hacia otro lado— el futuro tan negro que le esperaba al medio rural español y a sus ecosistemas de continuar esa deriva. De hecho en los últimos tiempos las políticas agrarias de la Unión Europea han dado la puntilla al campo español, pero eso es otra historia. La lamentable situación socioeconómica obligan a los jóvenes a abandonar los pueblos y las aldeas donde cambiarán en el mayor de los casos una cultura y un oficio digno por trabajos precarios y la alienación, la perdida de la identidad y la masificación de la ciudad.

El disputado voto del Señor Cayo - Filmin
Fotograma de «El disputado voto del señor Cayo» dirigida por Antonio Giménez-Rico, con Francisco Rabal en el papel del señor Cayo.

El señor Cayo es un personaje lleno de ternura, humanidad. Delibes trata el personaje con mucha ternura pero también lo retrata como una persona terca, algo tosca, telúrica y carpetovetónica, capaz de enemistarse con la única persona con la que podría socializar que le queda en el pueblo, que podría protagonizar el Duelo a garrotazos de Francisco de Goya en cualquier momento, hasta el punto de amenazar a estos tres activistas políticos con dejar de hablarles si ha lan con «ese». Si bien es evidente que Delibes siente cariño por este personaje no es menos cierto que también lo dota de defectos, pues el autor no pretende elogiar la cultura rural, sino simplemente poner en valor sus cualidades, que no son pocas, y también denunciar el arrinconamiento y el abandono absoluto al que han sometido a la llamada «España vaciada» hasta lograr que se pierda una cultura, un lenguaje y unas tradiciones milenarias. El lenguaje utilizado por Cayo es arcaizante y contiene muchos localismo por lo que es el personaje mejor construido y con unas características más marcadas, aunque sólo sea en contraposición a los demás personajes. Por otra parte los tres activistas políticos que visitan Cureña son condescendientes y a veces hasta sarcásticos con el señor Cayo, incluso antes de conocer llegar al pueblo Rafa y Laly muestran su desdén hacia los géneros musicales populares españoles como la zarzuela, que por otra parte a Víctor le toca la fibra sensible, porque no conciben como casar su progresía y el género chico, prefiriendo el rock progresivo de Pink Floyd y su The Dark Side of the Moon. Rafa por su lado muestra lo que piensa de los aldeanos y pueblerinos «a estos paletos con decirles que les vas a subir las pensiones y doblarles el precio del trigo, te los metes en el bolsillo» o que «ganarte el voto de un paleto es fácil. Lo difícil es mentalizar a un paleto», dejando claro que lo único que les interesa de ellos es el voto y no los problemas particulares que tienen. Mientras que Laly por el otro piensa que «si hay un reducto del viejo patriarcado, ése está aquí […] en estos pueblos» y pretende darles una homilía sobre feminismo pues ya están en 1977 y es hora que abandonen sus antiguas costumbres. La posición de Víctor es más ambivalente si en un principio dice que a estas gentes hay que hablarles de «abandono secular, estructuras medievales y justiprecio de los productos agrícolas» y no de temas como el feminismo que no van a entender, más adelante el encuentro con el señor Cayo será providencial para que cambie su visión del medio rural y los problemas que les atañen. Delibes utiliza en El disputado voto del señor Cayo un lenguaje y un estilo narrativo sencillo, muy acorde con lo que pretende transmitir al lector. No tendría sentido hacer un elogio de la vida sencilla y rural utilizando un lenguaje y una estructura narrativa compleja. El estilo del escritor vallisoletano es sobrio, directo y realista, evita utilizar adornos innecesarios en su prosa teniendo un gusto por las oraciones cortas y concisas, con un vocabulario que pretende reflejar el habla de los pueblos de la por entonces llamada Castilla la Vieja. Además, utiliza el diálogo para hacer avanzar la trama y para desarrollar a los personajes, en lugar de hacerlo a través de la narración. Es aquí donde Miguel Delibes se revela como el gran escritor que es, pues no le hace faltan artificios ni florituras para transmitir las emociones o las preocupaciones de sus personajes. El propio Delibes resumía así sus ideas sobre la novela: «En toda novela debe haber, al menos, tres elementos: un hombre, un paisaje y una pasión». Y es exactamente eso lo que los lectores encontrarán en esta novela.

En el año 1986 el director burgalés Antonio Giménez-Rico estrenó la adaptación cinematográfica de El disputado voto del señor Cayo que contó con Juan Luis Galiardo en el papel de Víctor, a Lydia Bosch en el papel de Laly, a Iñaki Miramón en el papel de Rafa y al gran Francisco Rabal en el papel del señor Cayo. Si bien esta adaptación sigue casi a pies juntillas la novela de Miguel Delibes, añade un prólogo en el cual Laly habla con Rafa y se preguntan qué sería lo que votó el señor Cayo en esas elecciones y la historia es contada con una analepsis, y también hay una especie de epílogo en el que Rafa vuelve a Cureña a ver qué ha sido del señor Cayo. Ambos insertos, el prólogo y el epílogo están en blanco y negro, mientras que los hechos narrados en la novela de Delibes están en color, siendo esto interpretado como una señalización de los añadidos acometidos por los guionistas. Si bien el prólogo es utilizado como una forma de hacer una mirada a un pasado cercano, el epílogo por el contrario cierra de una manera brillante la historia. Las interpretaciones de los actores son bastante buenas, brillando sobre todo Rabal y Galiardo, mientras que la dirección es bastante sobria, ésta fue la segunda adaptación de Delibes que dirigía Giménez-Rico, siendo la primera la adaptación de Mi idolatrado hijo Sisí que fue estrenada como Retrato de familia (1976) y la tercera y última Las ratas (1996).

En conclusión El disputado voto del señor Cayo es una novela que podría parecer que ha perdido toda su vigencia por tener en su premisa las primeras elecciones generales después de casi cuarenta años de dictadura franquista, pero sin embargo uno se puede asombrar porque muchos de sus elementos y de las problemáticas que plantea Miguel Delibes no sólo son actuales sino que esos problemas se han agudizado y han surgido otros nuevos derivados de aquellos. El maestro Delibes denuncia el exterminio del modo de vida rural, lo que lleva aparejado el exterminio del medio natural, pero nadie hizo caso. La simbiosis milenaria del hombre con la naturaleza —la auténtica no la de los domingueros ni la de los new age— se ha perdido sin remedio en nombre del progreso y, como dijo en su día el propio Delibes en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, «hemos matado la cultura campesina pero no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble». Esta es una novela que debería leerse al menos una vez cada cuatro años pues hará reflexionar al lector pues la mirada lúcida de Delibes le recordará de donde venimos y como llegamos al punto en el que estamos, que el voto del señor Cayo quizás fue más lúcido que el nuestro, que hubo hombres que vivían de otra forma, que tenían unos problemas graves que venían de antiguo y que la única solución que se les dio fue la de abandonar sus pueblos y alienarse como los demás urbanitas. Arthur Schopenhauer ya dijo con mucho acierto que a veces «hay épocas en la historia en las que el progreso es reaccionario y la reacción, progresismo» pero yo ya no sé en qué momento de la historia estamos, pues todo me sabe a lo mismo…

Ficha técnica:

Título original: El disputado voto del señor Cayo.

Autor: Miguel Delibes.

Número de páginas: 248.

Editorial: Destino.

Año: 1978.

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